Ir al contenido principal

La leyenda del Charro Negro


El Charro Negro

Se dice que al anochecer, en algunos caminos de México se escuchan las espuelas de un charro, se siente frío y de pronto aparece entre la niebla un hombre vestido de negro. Es un ajuar de, en efecto, un charro elegante con detalles en oro y plata. Lleva un sombrero enorme y hay quien dice que porta un gabán si es que hace mucho frío, así como botas y una apariencia excéntrica, pero atractiva. Se le puede ver montado en su caballo negro como la noche, pero éste es muy extraño porque sus ojos brillan en la oscuridad como bolas de fuego que impregnan miedo en quien lo mira.

Se cree que éste se le aparece a los viajeros, pues su ruta central es cualquier carretera; sin embargo, se puede aparecer en las calles y caminos. Siempre llega frente a su víctima si están lejos de la ciudad y si va en soledad. Ahí, cara a cara, él ofrece riquezas y sueños que aparecen lejanos, pero no gratuitamente, sino con costo muy alto: el alma del viajero. Pero no lo hace por gusto, sino porque está condenado a tal acción hasta encontrar alguien tan avaro que sea capaz de dar su alma a cambio de todo lo que siempre soñó. Justo como él lo hizo.

Cuidado con lo que deseas

Se cree que el famoso Charro Negro no lo era en vida. En realidad, era un joven muy pobre, cuya familia tenía complicaciones económicas severas y nunca pudieron darle la vida que deseaba. Así, tras sufrir hambre y los castigos del trabajo duro sin remuneración justa, decidió cambiar sí o sí la situación. Conforme fue creciendo, el deseo de mejorar en el aspecto económico se volvió avaricia, así que era capaz de no comer por días para ahorrarse unos pesos, economizaba lo más posible y trataba de no comprar ni una migaja de pan con tal de ahorrar para comprarse un buen sombrero o un buen traje y verse fabuloso.

El Charro Negro —que entonces tenía un nombre común, pero desconocido hasta la fecha— creía que una buena apariencia le abriría las puertas de la alta sociedad; no obstante, su aspecto lo delataba. Los ricos del pueblo (igualmente desconocido) lo hacían menos, al grado de humillarlo con sólo mirarlo. Esto no le gustaba ni un poco, así que trató de ahorrar cada vez más hasta tener lo suficiente como para comer bien unos días, tener un traje genial y un caballo hermoso. Esto fue suficiente un tiempo, pero, eventualmente, volvió el aspecto humilde que tanto detestaba. Leyenda tomada de internet

Comentarios